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Luego
de la segunda guerra mundial, todos los sectores querían que el país se
convirtiera en un miembro reconocido dentro de los mercados y las
democracias occidentales. Los finlandeses sabían que necesitaban una
población más educada para alcanzar ese objetivo. Por ello, en las
décadas de los ’50 y ’60 se crean 3 comités (currículo, sistema escolar y
programa escolar) para evaluar el sistema educativo que tenían. Se
trataba de resolver la pregunta:
¿Es posible que todos los niños y niñas del país puedan aprender igual de bien?
Fue
a partir de estas reflexiones que, a fines de los ’60, políticos,
autoridades, académicos y grupos sociales levantaron el sistema de una
escuela unificada: la peruskoulu. Durante el proceso, los finlandeses se inspiraron en ideas de modelos educacionales de otros países, como el sueco o el estadounidense, pero las adaptaron a su realidad.
De hecho, ellos nunca buscaron crear el mejor sistema de educación del
mundo. Ellos querían hacerlo bien y darles a todos los jóvenes la
oportunidad para aprender. Ah y, ojalá, poder superar a Suecia.
Es
importante recalcar que esto se da en el marco de un estado de
bienestar, donde el estado remueve las barreras de acceso para que
todos, incluso sus ciudadanos más pobres, dispongan de buenos servicios.
Acá, las reformas en educación se complementaban con reformas en salud,
empleo y economía. Para el estado finlandés, si un niño está
enfermo, tiene hambre o sus papás están estresados por sus precarias
condiciones laborales, la última de sus inquietudes va a ser aprender lo
que le enseñan en la escuela. Es decir, el niño, primero tiene que
estar feliz y saludable; luego estará listo para aprender. Por ende,
no solo la educación es gratis; los niños tienen acceso a salud
gratuita y almuerzo sin costo en la escuela, además de padres que
cuentan con un sistema de seguridad social que los protege en caso de
desempleo (no voy a ahondar en esto último, pero les recomiendo leer
sobre el concepto de flexiseguridad).
Entonces, en los ’70, los esfuerzos del estado van hacia la implementación de la peruskoulu.
Una escuela obligatoria de 9 años. En este momento de la historia, la
educación ya pasa a ser vista como un bien público y protegido por la
constitución como un derecho humano básico. La visión de los finlandeses
apunta a que la educación pública debe ser buena, financiada por el estado, gobernada localmente y para cada niño del país. Su rol, es lograr que los ciudadanos puedan pensar de forma crítica e independiente.
Luego,
en los ’80, se empiezan a repensar los fundamentos teóricos y
metodológicos de la escuela. O sea, se enfocan en cosas como ¿qué es el
conocimiento?, ¿qué se entiende por aprendizaje?, se analizan los
métodos de enseñanza de los profesores y se revisa el currículo.
Posteriormente, en los ’90, los esfuerzos apuntan a la mejora del
sistema a través del trabajo en red y el cambio autorregulado. Es decir,
se refuerza la colaboración y la creación de redes de escuelas, se
piensa sobre cuáles son los métodos de evaluación más pertinentes para
las escuelas, o los valores que deben primar en el sistema educativo.
Por último, a comienzos del siglo XXI, el estado apuntaba a la
eficiencia en las estructuras y en la administración. Aquí, entonces, se
analizan las estructuras, la productividad y surgen los indicadores de
calidad.
Las autoridades educativas en Finlandia, entienden que la lógica del mundo de los negocios (lo que algunos llaman la mercantilización de la educación) no genera buenos resultados en los sistemas educativos.
No hay una evaluación para medir la calidad de una escuela y hacerlas
competir. Las mediciones son para evaluar el sistema educativo en
general o en una localidad. De esta forma, el estado no sabe cuál es una
escuela buena o una escuela mala, y no importa, porque se asume que
todos los establecimientos educativos son prácticamente igual de buenos.
El sistema se basa en la confianza. El
estado confía en que profesores y escuelas harán un buen trabajo. A su
vez, se confía en que las autoridades buscan lo mejor para el sistema
educativo. Por esta razón, no existen constantes inspecciones a
profesores o a escuelas. Para los finlandeses, no se puede pedir
confianza si siempre andas controlando.
La lectura también se fomenta fuera del aula, pero al ritmo propio. Por eso, a los programas de televisión extranjeros, en lugar de hacer el doblaje, les colocaban subtítulos. Así, creces escuchando el idioma original del programa y lees más. Además, el estado se asegura de que haya bibliotecas públicas gratis y de fácil acceso para todos. Hace unos años se abrió la última novedad de las bibliotecas finlandesas. En el centro de la capital, está Oodi, que más que una biblioteca tradicional es un centro social para aprender y crear.
El éxito del sistema educativo no se debe solo a una gran reforma.
Sino a que hay un ajuste continuo según las cambiantes necesidades de
las escuelas. Eso sí, lo que no cambia es la visión (la educación es un
bien público que permite que todos los niños y niñas puedan aprender
bien). Políticos de diferentes sectores, respetan esta visión. En
general, creen que solo una nación amplia y altamente educada será
exitosa en los mercados mundiales. Claro, antes había grupos
empresariales que se oponían a la peruskoulu, pero los resultados
de la PISA los silenciaron. Las reformas educativas en Finlandia son
usadas para desarrollar la economía de manera creativa y desarrollar la
cohesión social.
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